Yo no sabía quién era Adam Zagajewski hasta que me leíste un poema suyo, una noche de marzo, en un bar de Boston. “Vivimos, pero no siempre sabemos que significa” dice un verso de ese poema, titulado Sabemos qué es el arte, que recitaste en voz alta, en medio del barullo de voces y risas y platos o vasos que chocaban sobre la barra. Lo cierto es que ese poema de lo que habla es de la sensación de intemperie que nos produce la insuficiencia del arte para narrar la vida. Lo que tampoco sabía es que Zagajewski fue un poeta polaco que nació en Leópolis en 1945 y que murió en Cracovia apenas en 2021. Mucho menos imaginaba que, de regreso a México, me iba a obsesionar con su poesía.
Me había prometido no leer más poetas [poetas varones, quiero decir, con p mayúscula, quiero añadir] que hicieran poesía desde la universalidad. Y no les puedo mentir, Zagajewski es un poeta que habla desde ese lugar ubicuo y tácito del plural mayestático. Sin embargo, dentro esa visión generalizante habitan, además, inesperados y cegadores destellos de sentido personalísimo e íntimo que, súbitos y con una contundencia irreversible, abren grietas y la resquebrajan. “Por eso cada poema tiene que hablar de la totalidad del mundo”, dice Zagajewski y yo no logro ni quiero empatizar con esa urgencia masculina de abarcarlo todo. Pero luego, también escribe: “tenía ganas de hablarle / de la muerte de padre, pero pensé: ya soy / demasiado viejo para ser huérfano” y esos versos hacen que me den ganas de decirle: no, Zagajewski, nunca seremos demasiado viejos para ser huérfanos tú y yo.
“De repente me convertí en otra persona”, “ahora no sé como terminar este poema” afirma en Asimetría. Creo que las vías poéticas por donde se desmarca de su propia horma totalizadora son aquellas en las que grácil y sutil, casi como una caricia, Zagajewski nos arroja a eso que Tamara Kamenszáin llama “golpe de realidad” y que identifica en otros poetas como César Vallejo, Nicanor Parra y Néstor Perlongher, pero también en Mariano Blatt, específicamente en su poema/canto por Diego Bonnefoi. Es en el dolor, en la impericia, en el desacierto, en la incertidumbre, en la extrañeza de no entender, en la sensación de que, en efecto, la felicidad sí existe, pero se ha ido, pero es inasible. En la contemplación de la luz que amamos, pero hemos perdido y ya sólo en la memoria; en esa nostalgia que a veces nos asfixia con su olor fermentado, denso, sofocantemente amargo y dulce.
Versos favoritos:
también nosotros soñamos
poder decir la verdad de nuestra propia vida,
y lo intentamos todo el tiempo con torpeza,
y lo seguimos intentando, pero dónde están,
dónde pueden estar nuestras cantatas, dime
dónde está la otra cara.
Posdata: “Pero el futuro ya había pasado” y el recuerdo de esas noches en que me leíste Asimetría es ya sólo materia temblorosa para un poema de Zagajewski.
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la urgencia masculina de abarcar, explicar y universalizar. <3